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Estamos en diciembre, llega la Navidad, y con ella mucha ilusión. Empezamos a ver las farolas decoradas con figuritas que se iluminan, en los balcones divisamos millones de Papá Noel escalando para llegar a esas casas pintadas de esperanza, vemos mucha gente en la calle buscando regalos, algunos prefieren hacerlos ellos mismos, otros deciden ir a comprarlos... da igual, lo importante es que habrá un detalle para esas personas que queremos. Construimos en nuestra casa un arbolito, símbolo de la Navidad, con sus luces, bolas y sobre todo la estrella. En algunos hogares veremos un belén, en otros menos religiosos no... También sobre estas fechas nos reencontramos con mucha gente que no veíamos de hacía meses o quizás años, nos preguntamos :'¿cómo estás?' y después de una larga conversación rememorando todo, decimos: '¡Feliz Navidad!' Y nos vamos tan sonrientes. Se acerca un año nuevo y tenemos millones de deseos que esperamos que de una vez por todas se cumplan, también damos una vuelta y pensamos en todo lo que hemos vivido ese año, las cosas buenas, las malas, la gente que ha venido, que se ha ido... todo, y vemos que después de tantas experiencias seguimos vivos y silenciosamente damos las gracias por ello. Luego cantamos miles y miles de villancicos, mientras nos ilusionamos con nuestro gorrito rojo que tiene un pompón blanco. Nos vamos a comer y a engordar todo aquello que bajamos en verano, nos hinchamos a turrones, polvorones, jamón, a todo lo que encontremos a nuestro paso... Todo esto es precioso pero... no hay que olvidarse que lo más bonito de todo no son los decoratorios y los regalos, si no la familia, los amigos y los amores, si es que hay alguno por ahí...Sé que esto suena a cuento, pero por un momento imaginense la Navidad sin amor... sería triste. Por eso en estas fechas deberíamos decirle a nuestros seres queridos los felices que somos con ellos, agradecerles por seguir un año más ahí, y que ojalá sigan millones de años más...