jueves, 2 de febrero de 2012

Cuando era pequeña saludaba a los aviones. Yo era muy pequeñita. Pero a mí me habían enseñado a saludar a los aviones que se veían en el cielo, y yo los saludaba sin esperar una respuesta. Simplemente lo hacía. Cuando crecí un poco más seguía saludándolos, pero ¿sabéis por qué lo hacía? Por costumbre. Como siempre lo había hecho no iba a dejar de hacerlo ahora. Ahora aún lo hago. Sí, con mi edad. Lo sé, suena patético, pero es la verdad. Ahora lo hago porque nunca he dejado de hacerlo, pero lo que siento en ese momento es diferente. De niña era feliz por el simple hecho de ver un avión atravesando el cielo y poder saludarlo. Pero ahora me siento insignificante, pequeña, minúscula. Además, ahora, cuando veo que nadie me devuelve el saludo, me duele. Porque necesito saber que lo estoy haciendo para alguien. Que quizá esté deseando buen viaje a alguien que se va a la otra punta del planeta. Ahora quiero saber que alguien también se preocupa porque yo tenga un buen día. Ahora quiero sentirme correspondida por una sola vez . Ahora quiero que alguien baje de ese maldito avión solo para sonreírme. Porque llevo toda mi vida dándolo todo, viéndolo cada noche.
Esta es mi manera de expresar lo diminuta e ignorante que me siento a tu lado. Antes me daba igual, ahora he dejado de soportar hacer cosas por alguien que nunca las hará por mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario